martes, 17 de junio de 2008

Un acercamiento al periodismo científico. Reflexiones colectivas sobre sus retos


pesar de que la ciencia y la tecnología lo inundan todo, su presencia no es percibida por la mayoría de la población para quien la ciencia es algo desconocido, complejo, extraño y lejano.
Estamos en la era de la información, el conocimiento y la globalización, pero vivimos tiempos de profunda ignorancia. El volumen de conocimientos especializados crece a velocidades tan vertiginosas que el gran público apenas consigue apresar pedazos de ciencia. Tal situación puede conducir a una situación de asimetría y distanciamiento entre los pocos que poseen el conocimiento y el resto de la sociedad.
Comunicar información científica a través de los medios de comunicación de masas no es fácil, sobre todo cuando las informaciones de ciencia son relegadas a la página de “sociedad” y compiten en desventaja con deportes, política, espectáculos e información general.

A pesar de eso, cada vez con mayor frecuencia, los medios de comunicación nos informan sobre avances científicos, descubrimientos e inventos aunque no existe un discurso fluido sobre ciencia y tecnología. Así, la relación existente entre la ciencia y el periodismo, en ocasiones genera desencuentros, de los cuales hablaremos más adelante.
Un poco de historia
En México, aunque existe registro de que en 1681 Carlos de Sigüenza y Góngora, astrónomo, publica un folleto de divulgación para disipar los temores de la población por la visita de un cometa, es en el siglo XVIII cuando José Antonio Alzate y Ramírez publica su Diario Literario de México donde escribe de ciencia y tecnología y años más tarde la Gazzeta Literaria, por lo cual se le considera el primer periodista científico de la Nueva España. En el mismo siglo, José Ignacio Bartolache funda la primera revista médica del continente americano, Mercurio Volante con noticias importantes y curiosas sobre varios asuntos de Física y Medicina.

El modelo de periodismo procedente de España y otras cortes europeas se reflejó en diversos países de América en publicaciones de este tipo. Entonces, los naturalistas y los médicos eran quienes preferentemente divulgaban la ciencia.
En el siglo XX, en los mismos años sesenta cuando las escuelas de periodismo de Estados Unidos empiezan a dar cursos de periodismo científico, en Iberoamérica se manifiesta sensibilidad por el tema. En 1962 se celebró en Chile el primer seminario y en 1965, en el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal), ubicado en Ecuador, se ofrece el primer curso de periodismo científico en países de habla hispana.

Una aproximación al periodismo científico
De acuerdo con Manuel Calvo Hernando, padre del periodismo científico moderno en Iberoamérica y presidente honorario de la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico, “el periodismo científico es una especialización informativa que consiste en divulgar la ciencia y la tecnología a través de los medios de comunicación de masas”. Diversos autores también lo definen como una actividad que selecciona, reorienta, adapta, traduce, recrea, transforma un conocimiento específico, producido en el contexto particular de las comunidades científicas, con el fin de hacerlo llegar al público en general.
Así, podríamos decir que el periodismo científico es un puente de unión entre los productores del conocimiento científico y el público en general, que cumple una labor informativa y educativa con el propósito de ayudar a los individuos a mejorar su relación con el entorno que los rodea, permite llevar claridad en áreas del conocimiento poco entendibles por el público mayoritario. Sin embargo, la divulgación no tiene como tarea principal enseñar, sino despertar inquietudes en el público respecto de la ciencia, comunicar una manera de comprender el mundo, convertirse en un instrumento para lograr la autodeterminación tecnológica y cultural de los países en desarrollo.
Si bien los periodistas son el puente más importante entre el científico y el público, la manera como el periodista presente las ideas será determinante para que el lector mantenga su interés en la información y la comprenda, o bien se quede con una idea errónea del tema u opte por cambiar de página, estación de radio o programa de televisión.
“Las cualidades básicas del divulgador de la ciencia, sea o no periodista profesional, se moverán entre el afán de comprensión, la curiosidad universal (para satisfacer la propia y suscitarla en los demás), la capacidad de expresión, la sed de conocimiento, el estado de duda y de alerta permanente, el amor al misterio, la imaginación (que comparte con el científico), preocupación por el rigor, capacidad de asombrarse y maravillarse, una cierta vocación pedagógica y, por supuesto, el gusto por comunicar”, afirma Manuel Calvo.
Por su parte, el británico Ritchie Calder lo considera un especialista sinóptico; compilador y diseminador, que tiene la oportunidad de lograr una mejor comprensión. Su papel consiste en comunicar a la masa del pueblo los datos relativos a la ciencia, pero además dar una nueva interpretación de las consecuencias sociales de los nuevos datos. Se llama a sí mismo “babelólogo” (estudioso de la babel de las lenguas que es la ciencia) y “experto en expertos”, es decir, que sabe a quien recurrir para obtener la información que necesita.
El periodista científico debe ser un hombre formado, abierto a su tiempo, familiarizado con los problemas del mundo en que vive, dotado de curiosidad universal y conocedor de las técnicas de su oficio informativo y los lineamientos de los géneros periodísticos: informativo, interpretativo, de opinión y de entretenimiento. Con paciencia y el uso del lenguaje de la vida cotidiana, profanos en la materia pueden levantar el velo que oculta los secretos de la ciencia, a pesar de que el periodista científico debe complacer a dos públicos distintos: el jefe de redacción, que sabe lo que quieren los lectores, y los científicos que constituyen sus fuentes y que se ocupan de un sector limitado del conocimiento.
La formación del periodista científico tiene dos fases: las enseñanzas de la escuela de periodismo y las que se adquieren después, como especialización, muchas veces de manera autodidacta. El periodista científico debe cumplir una doble condición: conocimientos científicos y conocimientos de técnica periodística. Capacidad de seleccionar lo que es verdaderamente importante y debe llegar a la opinión pública, y cuidar que el tratamiento de la información sea correcto.
Manuel Calvo considera que las principales misiones del periodismo científico son
Creación de una conciencia nacional y continental del apoyo y estímulo a la investigación científica y tecnológica
Preocupación preferente por el sistema educativo que provee de recursos humanos calificados para la investigación
Divulgación de nuevos conocimientos y técnicas para hacer posible el disfrute de esos logros por toda la población
Actitud crítica para vigilar la adecuada orientación de la inversión destinada a investigación (México 0.4% del PIB)
Establecimiento de una infraestructura de comunicación destinada a servir a todos los públicos, sea cual fuere su edad o condición cultural
Facilitar la comunicación entre investigadores
Consideración de los nuevos conocimientos y tecnologías, es decir de las innovaciones, como bienes culturales a cuya posesión y disfrute pueden aspirar legítimamente todos los habitantes.
El periodismo científico puede contribuir a resolver el problema de las dos culturas planteado por C. P. Snow, ese moverse entre dos grupos comparables en inteligencia, origen social y situación económica, pero que casi habían dejado de comunicarse entre sí y que tenían tan poco en común, en su clima intelectual, moral y psicológico que podrían ser habitantes de mundos diferentes.
Fuentes del periodismo científico
Disponer de fuentes fiables, plurales y asequibles es el ideal de todo profesional de la información, pero no es tarea fácil y requiere de años de experiencia y de trato con especialistas en cada sector. Las fuentes del periodismo científico son: los investigadores, agencias informativas, universidades, centros de investigación, organismos internacionales, congresos, artículos científicos (papers), libros, revistas y, por supuesto, Internet, que puede funcionar como una neoenciclopedia pero que plantea problemas en la validación y la selectividad de sus contenidos.
Aunque aún hay investigadores reacios a cualquier trato con la prensa, cada vez son más los investigadores dispuestos a conceder entrevistas, dar parte de su tiempo para dar asesoría –en una ideal mancuerna científico-periodista/divulgador– y escribir en diarios de información general y revistas que incluyan artículos de divulgación de la ciencia.
Para realizar su tarea, el periodista científico debe contar con antecedentes sobre la temática a tratar. Además, no debe dedicarse única y exclusivamente a traducir el conocimiento científico sino ubicar dicha información en el contexto sociopolítico y cultural en que se desarrolla. Además su información debe ser verídica. La credibilidad es importante porque lo escrito en la prensa y lo difundido en los medios sobre ciencia se considera cierto. Para bien o para mal, la mayor parte de los ciudadanos recibe las noticias de ciencia a través de los medios de comunicación. Para algunos científicos esto es un problema porque, en su opinión, los medios de comunicación promueven una imagen falsa de la ciencia, no divulgan sino vulgarizan el conocimiento. Otros científicos aceptan que necesitan de los medios para comunicar sus ideas y dar a conocer el producto de su trabajo al gran público.
Científicos y periodistas
Algunos científicos consideran que no hay que fiarse de los periodistas pues siempre están más interesados en generar una noticia que en la verdad, ignoran la esencia del método científico, tergiversan lo que los científicos dicen, exageran los riesgos y virtudes de los hallazgos científicos, realizan largas entrevistas y publican notas cortas y descontextualizadas, llenas de imprecisiones. Así, los científicos desconfían de los periodistas.
Los periodistas, en cambio, piensan que los científicos son arrogantes, siempre hablan con un lenguaje complicado, están más preocupados por sus colegas que por el público, viven en una torre de marfil, aislados de la sociedad, no comprenden al público pero reclaman comprensión, no siempre están dispuestos a atender a los periodistas y sólo los buscan cuando están interesados en tener más fondos para su investigación, ganar una discusión científica o vender algún producto.
“El científico es elitista. Parece que siente que nadie excepto sus colegas puede entender lo que quiere decir; no se sienten obligados a simplificar sus presentaciones. El periodista quiere saber el quién, qué, dónde, cuándo; el por qué y el cómo, interesan al último. Al científico le interesa sustentar el por qué y el cómo antes que nada” .
El periodista chileno Sergio Prenafeta planteó diferencias entre los científicos y los periodistas que podrían contener juicios muy polarizados pero que pretenden ilustran los respectivos roles.

1 comentario:

Leonardo Castillo dijo...

Pues bien Ciela, la ciencia, como bien lo plantea, en ocasiones hay que disfrazarla de otra cosa, o venderla con un poco de sensacionalismo para que pueda ser digerida. Lo bueno es que todos nos beneficiamos de sus avances. At, Leonardo Castillo de desdeelestrado.blogia.com